NACIMIENTO DE MARÍA, 8 DE SEPTIEMBRE.

Nuestra Congregación desde su nacimiento, tiene como Patrona a la Virgen bajo el título de la Natividad y considera esta advocación, como característica en su devoción mariana. (Conf. Const. 8)

El nacimiento de María fue el preludio de la salvación, el pórtico de la gran manifestación del amor salvífico de Dios. Así lo celebra la liturgia y así lo exponen los papas. Fue la aurora que anuncio la llegada de la Luz, que ilumina y santifica. En realidad, el nacimiento de María es un misterio de la historia de la salvación; el inicio temporal de esta historia, que se hará plenitud temporal en su Hijo, el redentor de los hombres. Representa la aparición en el mundo de la que será la madre del Salvador y su colaboradora eficiente en la obra de la salvación.

El papa Pablo VI explicaba el significado y el valor del nacimiento misterioso de María con estas bellas frases:

La celebración de la fiesta de la Natividad de María Santísima es para nosotros motivo de gran alegría y consuelo espiritual… Ella nos hace recordar la aparición de la Señora en el mundo como la llegada de la Aurora, que precede a la luz de la salvación, Cristo Jesús; como el abrirse en la tierra… la flor más bella que jamás haya aparecido en el jardín seco de la humanidad; es decir, el nacimiento de la criatura humana más pura, más inocente, más perfecta, más digna de la definición, que Dios mismo, al crearlo, había dado del hombre: imagen de Dios, semejanza de Dios, belleza suprema, profunda…

Hoy, día dedicado al culto de este don, de esta obra maestra de Dios, recordamos, nos llenamos de admiración, nos alegramos: Ha nacido María. María es nuestra. María nos restituya la figura de la humanidad perfecta, en su Inmaculada Concepción humana, que se corresponde con exactitud a la misteriosa concepción reina del mundo que la mente tuvo de la criatura. (Discurso, 8-11-1964).

Y Juan Pablo II, inspirándose en el espíritu de la liturgia de la fiesta:

¡Tú nacimiento Virgen Madre de Dios, ha anunciado la alegría a todo el mundo! Hoy es, pues, el día de este gozo. La Iglesia, el 8 de septiembre, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Madre del Hijo de Dios, celebra el recuerdo de su nacimiento. El día del nacimiento de la madre, hace dirigir nuestros corazones hacia el Hijo. “De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la maldición, nos trajo la bendición, y triunfando de la muerte nos dio vida eterna”.

Así pues, la gran alegría de la Iglesia pasa del Hijo a la Madre. El día de su nacimiento es verdaderamente un preanuncio y el comienzo del mundo mejor, como proclamó de un modo estupendo el Papa Pablo VI.

Y por esto, la liturgia de hoy confiesa y anuncia que el nacimiento de María irradia su luz sobre todas las Iglesias que hay en el orbe (8 de setiembre 1979).

El nacimiento de María, nos hace presagiar en anticipo el misterio de la Encarnación; porque ella es portadora de la luz divina; es la puerta por la que el cielo dará sus pasos hasta la tierra; es la Madre que dará la vida humana al Verbo de Dios, es el adviento de nuestra esperanza (Pablo VI, 8 de septiembre de 1974).

(Conf. El Libro de la Virgen del P. Enrique Llamas Martínez O.C.D)