El domingo 23 de mayo, la iglesia celebra la solemnidad de Pentecostés. En palabras de Benedicto XVI: “Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos, reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (cf. Hechos 2,1-11). Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia, derrota su aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece en nosotros la maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo”.

«Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos, reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo.»

Benedicto XVI

El Espíritu Santo es quien actúa en los corazones y quien transforma la vida de las personas. Él es quien mueve a amar y quien impulsa los actos de valor. Es el Espíritu el que da alas a la evangelización y quien da inteligencia a los hombres para llegar a conocer a Dios. 

Pidamos al Espíritu Santo llene nuestras almas con la abundancia de sus dones:  Sabiduría para entender el proyecto de Dios. Entendimiento para aceptar las verdades reveladas por Dios, la verdad cristiana. Consejo para discernir y orientar lo verdadero o falso. Ciencia para entender el pensamiento de Dios sobre nosotros. Piedad para estar siempre abiertos a la voluntad de Dios. Fortaleza para afrontar las dificultades de la vida cristiana. Temor de Dios que se manifiesta en el respeto a Dios y la lucha contra el pecado.

Si vivimos según los dones del Espíritu Santo, daremos frutos de: Caridad, gozo, paz, generosidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza en el quehacer de cada día. 

cf. Gálatas, 5, 22